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(Messi) El último tango de la sardana en el día del peluquero

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Soccer Football - La Liga Santander - FC Barcelona v RCD Mallorca - Camp Nou, Barcelona, Spain - December 7, 2019 Barcelona's Lionel Messi celebrates scoring their fifth goal to complete his hat-trick REUTERS/Albert Gea

La sardana es un baile característico de Cataluña en el cual se juntan las manos, se levantan los brazos y las personas forman un círculo el cual cada vez se va agrandando a medida que más individuos se unen a bailar. El baile es parecido a lo que fue alguna vez la característica más notoria del Barcelona: los jugadores se juntaban con pases cortos, rápidos, hacían levantar a los espectadores de sus sillas, y el equipo parecía verse más grande, con la misma cantidad de jugadores, que su oponente.

Era 17 de septiembre del 2000 y un jovencito, rosarino, de 13 años, de apenas 143 cm de altura, llegaba a Barcelona. El chico, de nombre Lionel Andrés, había sido rechazado en Newell’s y River, y parecía que su sueño de ser futbolista y llegar al Barcelona empezaba a cultivarse. En su primer partido con las categorías infantiles hizo seis goles, otros dos disparos fueron al poste, y para el entretiempo tuvieron que cambiarlo de equipo para que el encuentro no continuara desequilibrado. El pequeño Lionel -en realidad muy pequeño para ese momento- impresionó al equipo catalán por lo cual decidieron que debía hacer parte de La Masia.

En 2003, un 16 de noviembre, Messi debutaba con el equipo culé en un amistoso frente al Porto. Y exactamente 11 meses después lo hacía en un partido oficial, dirigido por Rijkaard, frente al Espanyol. A los 17 años, 10 meses y 7 días, convirtió su primer gol oficial jugando contra el Albacete.

Récords, goles, regates, velocidad, compañerismo, alegría, talento, extraterrestre, sobrenatural, eran palabras que se asociaban cuando se mencionaba a Lionel. Poco a poco fue consiguiendo lo imposible (tome aire porque es bastante) : 91 goles en un año calendario, 6 balones de oro, 6 botas de oro, 6 veces pichichi, 6 veces mejor jugador de la Champions, 6 veces mejor jugador de la liga española, 3 veces mejor jugador de Europa, (vuelva a tomar aire) 2 veces mejor jugador del Mundial de Clubes, una vez mejor delantero de la Champions, una vez mejor jugador del Mundial, una bota de oro en el Mundial de Clubes y un premio The Best.

A partir de la temporada 2016-2017 comenzaron las complicaciones para el Barcelona: en liga quedaron detrás del Madrid, en Champions cayeron en cuartos frente a la Juventus (3-0). Para la siguiente temporada pudieron quedar campeones de la liga española, pero el objetivo desde años antes era la Champions, en la cual se volvieron a quedar en cuartos frente a la Roma luego de tener la serie definida en el Camp Nou y perderla de manera sorprendente en el Olímpico de Roma. Para la temporada 2018-2019 el Barcelona volvía a ser campeón de la Liga, pero ¿y? Messi y sus compañeros querían volver a levantar la ‘orejona’. El equipo culé pudo superar la pesadilla de los cuartos de final y en la ida de las semifinales, frente al Liverpool, dio un golpe sobre la mesa, 3-0, contundente y firme; parecía que el partido en Anfield iba a ser de trámite, pero no. 4-0 a favor de los ingleses y Messi de nuevo afuera sin poder levantar la Champions. Y la relación Messi-Barcelona -donde había crecido, se había formado, había tenido su familia, donde lo había ganado todo- se comenzaba a deteriorar.

Temporada 2019-2020: Barcelona segundo de la liga, y la pandemia provocaba que a partir de cuartos de final la Champions se jugara a partido único ¿podía ser el formato que más le convenía al Barcelona luego de que sus últimas eliminaciones fueran por culpa del partido de vuelta? Quizá -pero en otro año, en otro mundo, en otro universo-. La historia de las ediciones anteriores no se repitió -en cuanto a creer que los culé tenían la serie definida- pero esta vez fue peor, muchísimo -extremadamente- peor. Bayern Munich goleó, aplastó y dejó desconcertado al Barcelona con un 8-2.

La paciencia de cualquier persona y hasta la de Lionel -por aquello de extraterrestre- tiene un límite; y la del argentino con el Barcelona se iba agotando: eliminados cuatro veces de manera consecutiva en la Champions -sin ni siquiera llegar a la final-, quitándole a sus compañeros, el presidente del equipo contratando una empresa para difamar la plantilla -además de destruir todo lo que antes habían conseguido con Guardiola- y ahora el nuevo entrenador, Ronald Koeman, llamando a Luis Suárez, uno de los mejores amigos del astro argentino, para decirle que no va a contar con él.

Messi tomó una decisión -el día del peluquero, 25 de agosto del 2020; y lástima porque no hubo felicitación para los de esta profesión por culpa de la noticia- y es irse del Barcelona. La historia del chico que desde pequeño se formó en un club, hace historia, se convierte en el mejor -o uno de los mejores- del mundo, gana todo lo que se propone, se convierte en héroe para los pequeños, en ídolo para los que crecieron con él, en maravilla para los mayores y en extraterrestre para el mundo entero y sus alrededores, y que además busca retirarse en ese mismo club, estando su vida entera allí, parece que no se va a cumplir.

Y es que, por favor, levante la mano la persona que se le pasó por la mente que el último gol de Messi con el Barcelona iba a ser a sus 33 años frente al Napoli; que su último partido con el conjunto azulgrana iba a ser en el 2020 frente al Bayern luego de un histórico 8-2; que la última vez que iba a jugar en el Camp Nou como local iba a ser en una derrota frente al Osasuna; que la última vez que los hinchas del Barcelona que estaban presentes en su estadio iban a ver a Messi representado el equipo de ellos iba a ser el 7 de marzo del 2020. Nadie se lo imaginaba.

Parece que la decisión es definitiva. Parece que la única solución que podría haber es que Bartomeu, el presidente del Barcelona, no continúe. Parece que las 16 temporadas, los 731 partidos oficiales, las 513 victorias, los 33 títulos, los 633 goles (uno de ellos de mano), las 254 asistencias y los 59.336 minutos jugados, quedaran para la historia. De lo que estoy seguro es que sin importar si Lionel Andrés continúa o no en el Barcelona, es que nos quedan muy pocos años para continuar disfrutando de él.

No se trata de cumplirle todos los caprichos, pero tampoco de llevarle la contraria y hacerle la vida imposible a un jugador que ha sorprendido, mínimo, una vez en la vida a los aproximandamente 7.000 miles de millones de personas que hay en el planeta tierra. Además de ser la persona que le ha dado todo al Barcelona.