«Diego Armando Maradona fue adorado no sólo por sus prodigiosos malabarismos sino también porque era un dios sucio, pecador, el más humano de los dioses». Eduardo Galeano.
Imagínese que es la una de la tarde con doce minutos y veinte segundos -todo esto en México-. «Le marcan dos. Pisa la pelota Maradona. Arranca por la derecha el genio del fútbol mundial. Puede tocar para Burruchaga, siempre Maradona. Genio, genio, genio. Tá, tá, tá. Goooooooool. Quiero llorar. Dios Santo, viva el fútbol. Goooooool. Diegooooooool». 10.6 segundos, y cuarenta y cuatro pasos después, así se narraba el gol del siglo. Argentina 2-1 Inglaterra. 22 de junio de 1986. El jugador que marcó una generación… y otra, y otra, y otra… y seguirá marcando una, y otra, y otra, y otra. ¡Gracias Maradona!
Todos preferimos a un jugador distinto, pero dicen que si uno decide con la cabeza el elegido es Pelé, pero que si se decide con el corazón es Maradona.
Hoy hace exactos 7 días, 25 de noviembre de 2020, el Diego se despidió del mundo. Ese corazón que tantas veces aguantó, que resistió en tantas ocasiones, no pudo más, no dio más. Ese chiquitín, alegre, risueño, de cabello negro y desordenado, mago, bailarín, de piernas corticas -pero ágiles-; el mejor amigo de la pelota, de cejas gruesas, audaz, de vida desequilibrada, mujeriego, alcohólico, adicto, machista, el quinto entre ocho hermanos -el mayor de los hombres-, poco formal, cero juicioso; el mismo que como usted y yo se equivoca, el mismo que luchó todos los días contra él, contra sus problemas, contra sus adicciones. «Tampoco muerto encontraría paz. Me utilizan en vida y encontrarán el momento de estarlo muerto». (Todas las frases a partir de acá fueron dichas por Maradona).
¿Que no era un santo? Claro que no lo era. Nadie en este mundo lo es, ni el papa. Tampoco lo justifico. Muchos de los errores que cometió fueron terribles -y si usted me pregunta, todo el peso de la ley le debió haber caído encima-, ¿pero quién soy yo para juzgarlo? -Además de que ya es alguien que no se puede defender, no se puede ser tan mezquino-. Pero sí hay que aprender a diferenciar entre la persona (Diego Armando Maradona Franco) y el personaje (Maradona), y el personaje es el que hoy quiero recordar; el que quiero recordar de ahora en adelante, en realidad, -porque qué fácil es hablar mal de los otros y qué complicado es aceptar nuestros errores, ¿cierto? Qué sencillo es criticar al de al lado y qué difícil es darme cuenta que yo he cometido los mismos pecados. En fin, la hipotenusa (hipocresía)-.
Y es que será recordado por todo lo que logró, por las marcas que dejó, por ser el alma de Argentina, no como selección, sino como país. Y menos mal pudieran quedar grabadas muchas de sus genialidades, porque fuimos muchos los que no lo vimos jugar en vida. «Muchas veces me dicen ‘vos sos Dios’, y yo les digo ‘están equivocados’. Dios es Dios y yo simplemente soy un jugador de fútbol».
El último líder de la selección Argentina que pudo levantar la Copa del Mundo –«el único de los pocos argentinos que sabe cuánto pesa la Copa del Mundo»-. El jugador que puso a soñar a ‘pibes’ y grandes; el que trataba la pelota distinto a todos; el que hacía costumbre regatear 5-6 jugadores y terminar la jugada en gol; el que burlaba a los rivales; el mismo de la ‘Mano de Dios’. El único que supo demostrar en la cancha lo que todo hincha ha sentido en una tribuna. El que iba al cielo, y mientras usted ya parpadeaba, él pasba al infierno. El que marcó la música (Maradona no es una persona cualquiera… Es un hombre pegado a una pelota de cuero… Tiene el don celestial de tratar muy bien al balón… Es un guerrero. Maradona de Andrés Calamaro), la política -zurdo hasta para eso-, el mundo… «Si me muero, quiero volver a nacer y quiero ser futbolista. Y quiero volver a ser Diego Armando Maradona. Soy un jugador que le ha dado alegría a la gente y con eso me basta y me sobra».
No se va un jugador, no se va una persona, no se va un adicto, se va una parte del pueblo argentino -tanto así que en Argentina se decretaron tres días de duelo nacional y se ofreció la Casa Rosada para que su cuerpo fuera velado-, se va un superhéroe del planeta fútbol. Más allá de los problemas, del entorno, fue alguien que marcó el mundo del deporte. Siempre con una pelota en los pies y una sonrisa en la cara. El que alegró a la Argentina luego de la Guerra de las Malvinas -y que además los puso en el mapa mundial-, el que estuvo al lado del pobre y lejos del poder. «La pelota no se mancha».
Y aquí es donde nos damos cuenta de la poca importancia que tienen algunas cosas, respecto al fútbol: si fue mano, si fue roja, si el VAR actuó bien, si debía cobrar así el penal, si alcanza para clasificar, si se desciende. Nada. Aquí nos damos cuenta de lo frágil que es la vida y de lo rápido que se va. Con la partida de Diego todos perdimos algo. «Crecí en un barrio privado de Buenos Aires… Sí, privado de agua, de luz, de teléfono».
El ídolo de Argentinos Juniors, de Boca, del Napoli -que estaba hecho a su medida-; el que pasó por Barcelona -sin éxito-, Sevilla y Newell’s. El que dirigió en Argentina, en los Emiratos, en México. Y es que si el 2020 ya era sinónimo de tragedia, de desgracia, de desastre, y la muerte no lo había tocado a usted, hoy todo amante del fútbol la siente al lado, lo toca. Da dolor, tristeza, nostalgia, porque la última vez que Maradona pisó una cancha -el día de su cumpleaños, hace menos de un mes- no estaba contento. Estaba ansioso, depresivo; luchaba contra sus pensamientos y su cuerpo. ¿Que cometió muchos errores? Sí, demasiados -como todos lo humanos o ¿es que usted nunca se ha equivocado? Porque el que esté libre de pecado que lance la primera piedra-. Pero un jugador como él no vuelve a nacer nunca. «Déjenme vivir mi propia vida, nunca pedí ser un buen ejemplo».
Gambeta, otra gambeta, picardía, genialidad. De pensamientos rápidos, de sueños cumplidos, el que iba a cien por hora en México 86, al que recibieron 75.000 personas en Napoli, el que estuvo al borde de la muerte más de una vez y al otro día estaba como si fuera una simple borrachera, el amado y odiado, el que le robo la cartera a los ingleses, el mismo que dijo «¿Sabés qué jugador hubiese sido yo si no hubiese tomado cocaína? Qué jugador nos perdimos».
Descansa en paz, Diego. La 10 y la pelota siempre serán tuya. «Gracias por haber jugado al fútbol porque es el deporte que me dio más alegría, más libertad (…) pondré sobre una lápida: gracias a la pelota».
Mañana, pasado mañana y así sucesivamente, serán ‘nuevos días’ pero días en los que Maradona no estará.