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A 16 años del milagro del 2004

2019
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Radio Huancavilda

Todo comenzaba con el Torneo Apertura del 2003, el Once Caldas, dirigido por Luis Fernando Montoya, cabalgaba tranquilamente en el campeonato colombiano. El blanco terminaba el todos contra todos como primero con 35 puntos y apenas 3 derrotas. En el cuadrangular A se encontraba con el América, el Deportivo Cali y el Unión Magdalena. Acabando invicto con 14 puntos; en la final lo esperaba el Junior. El primer partido fue en Barranquilla: 0-0 y todo se definía en el Palogrande. Al final del segundo tiempo, Sergio Galván Rey le daba el gol del título a los locales y de esa manera se convertían en el primer equipo colombiano clasificado para la Libertadores del 2004.

En la fase de grupos de aquella Libertadores se enfrentaba al Vélez Sársfield, Atlético Maracaibo y al Fénix de Uruguay. El conjunto colombiano fue superior y sin complicaciones se clasificó como líder del Grupo 2. Sergio Galván, el Rey que un año atrás le daba de nuevo un título al Caldas luego de 53 años de sequía, se fue a jugar a Estados Unidos -y cómo lo lamentó-, pero aún así, en la banda que dirigía Montoya, quedaban nombres como Henao, Cataño, Velásquez, Soto, Valentierra y un joven Dayro Moreno.

En octavos se enfrentaba al Barcelona ecuatoriano, el resultado global fue un ajustado 1-1 que los llevaba a que todo se definiera desde el punto penal -un aviso de todo lo que se iba a venir-. Y el Caldas avanzó, 4-2 desde los 12 pasos.

Llegaban los cuartos de final y el rival era ahora el Santos de Brasil; ese Santos que un año atrás había llegado a la final de la Libertadores. ¡Y el profe y sus muchachos le ganaron! 1-1 en la que fue la casa por 18 años de Pelé, el Urbano Caldeira. Y 1-0 en la templada Manizales.

Llegaban las semis y se soñaba con la hazaña. El Once Caldas volvía a Brasil, ahora la cita era en el Morumbi. El resultado en el partido de ida fue el mismo al que el blanco nos tenía acostumbrados en ese tipo de escenarios: empate, y de nuevo sin goles. Montoya se jugaba la clasificación con su gente. El Sao Paulo, que contaba con el goleador Luis Fabiano, llegaba al Palogrande, y a los 32 minutos ambos equipos ya habían marcado un gol. Y al 90′ Agudelo clasificaba, un 16 de junio, al Blanco Blanco a una final de Libertadores. Sí, el Once Caldas un equipo modesto se jugaba todo por ser el más grande de América.

La Bombonera acogió el partido de ida entre el Boca de Bianchi y el equipo cafetero. El resultado fue el mismo de todos los partidos de ida que había jugado el Once Caldas en esta Libertadores: empate. De nuevo, pero esta vez con una relevancia insuperable y soñando con lo imposible, todo se definía en el Palogrande.

1 de julio, 7:15 de la noche. Toda Colombia pegada al radio o al televisor, no eran solo los hinchas del Caldas, era toda Colombia, -y ¿por qué no decirlo? También aquellos que siempre apoyan al más débil-. El local formó con Henao; Ramos, Vanegas, Cataño, García; Moreno, Viáfara, Velásquez, Soto; Valentierra y Alcázar. Los xeneizes tenían en su formación a dos colombianos: Amaranto Perea y Fabián Vargas.

A los 7′ de la primera parte Viáfara adelantaba al Caldas; y a los 7′ de la segunda, Burdisso empataba la final. Todo en tablas y el título se definía desde el punto penal. La mitad de Colombia continuaba con fe, la otra mitad era fiel a esa idea -pesimista- de que los penales son una lotería -y no, no lo son-.

Valentierra era quien iniciaba la tanda, pero el Pato Abbondandieri le ahogaba el grito de gol. Y ese pensamiento pesimista tomaba más fuerza. Schiavi tomaba el balón para poner en ventaja a los argentinos y los silbidos hacían presencia en el repleto Palogrande; el flaco también lo desperdiciaba. Soto pateaba el segundo cobro y ponía en ventaja a los de Montoya. Henao reconfirmaba la ventaja y se lo atajaba a Cascini. Ortegón buscaba ampliar la ventaja pero el Pato lo volvía a adivinar. Tercer cobro para Boca: Burdisso queriendo empatar la tanda, estrellaba la pelota en el horizontal. Y el sueño parecía cercano. Agudelo tomaba el cuarto cobro y lo aseguraba lanzándolo al medio. «Si lo bota, Once Caldas es campeón«, escuchábamos. Y así fue. Henao se convertía en héroe y le atajaba el penal a Cángele. Se escuchaba el himno, y celebraban en el Palogrande, en Manizales y en toda Colombia. El profe Montoya con su humildad característica apenas sonreía, en su cara era notorio que no podía creer lo que estaba ocurriendo. El Once Caldas, de la mano del Campeón de la Vida, era ahora campeón de la Copa Libertadores de América derrotando al superpoderoso Boca Juniors. ¡Y qué merecido lo tuvieron! Lucharon contra los más grandes para convertirse en el más grande del 2004. ¡Gracias muchachos, pero sobretodo, gracias profe Montoya!